Esta es una iniciativa que busca recopilar y compartir historias del día a día. Se actualizan y se corrigen, con el objetivo de crear un espacio chévere donde las personas puedan leer y adquirir vocabulario de otros, así como conectarse a través de experiencias y perspectivas diversas.
Tenía 10 años en la época, fui a un río con mi hermano y amigos en el fondo de la casa. Llegando allá, comenzamos a jugar al escondite, ahí había un árbol cerca y, debajo de él, varias maderas. Intenté agarrar una para tirarla al rio, pero cuando percibí, había un panal de abejas y voló sobre mí. Todo el mundo salió corriendo y yo me llevé 20 picadas de abeja. Estuve muy mal eses días!
«No hay mejor historia que la que escribe la vida misma»
María osten
Hace muchos años, estaba en casa de mi abuela una tarde de domingo y llegaron mis tíos después de salir para cazar. Hicieron un asado y nos invitaron a mí y a mi primo a probar. Nos dijeron que era pollo. Pero solo después de probarlo, nos dijeron que era carne de caimán. Yo quedé asustada pero debo confesar que me gustó mucho.
En un mercado callejero en China probé unas brochetas que parecían de camarón. Al principio me supieron ricas, crocantes, todo bien… hasta que el vendedor me dijo que eran escorpiones. Ahí mismo me dieron náuseas, mareo y casi vomito, mientras mis amigos no paraban de reírse.
Recuerdo que una vez, vivíamos en un barrio que quedaba cerca de montañas y árboles, y había muchos animales como insectos y ratas. Un día estábamos en casa toda la familia viendo TV y de repente el televisor se apagó.
Pensamos que la luz se había ido pero nos dimos cuenta que era una rata que estaba comiento el cable del televisor.
Recuerdo que mi papá tuvo que ir detrás del animal para sacarlo de la casa.
Fue muy aterrador porque le tengo miedo a esos animales-
Tenía un vuelo temprano, como a las 8:30. Ya estaba atrasado y pedí un Uber. El tipo tomó una ruta para evitar el tráfico, pero se metió en uno peor. Cuando vio la fila de carros, comenzó a quejarse y luego me dijo: “¿Puedo dejarte por aquí? Hay mucho tráfico y esto no me conviene.”
Yo tomé aire y le respondí: “Si aceptas el viaje, lo mínimo es llevarme al destino.” Me miró, se quedó callado y siguió.
Llegué al aeropuerto con solo 15 minutos, corrí, pasé el control y alcancé el vuelo por poco. El avión, al final, se atrasó.
El otro día fui al mercado local a comprar frutas. Todo muy bien hasta que vi unos mangos hermosos y pregunté el precio de la docena.
La señora me dice: Son 20 la docena. Yo le dije: Voy a querer cuatro, gracias.
Me mira seria y me dice: “¿Y para qué me preguntas el precio de la docena si solo vas a llevar cuatro?.
Me quedé helado. No supe si disculparme o reírme. Al final le dije: “Tiene razón, me llevo seis”. Y me regaló uno extra.
Me sentía fatal, así que entré a una farmacia en Bogotá. Quería algo para el dolor de garganta.
Le digo al farmacéutico: “¿Tiene algo para el dolor de garganta?”
Y me responde: “¿Le duele al tragar o solo está irritada?”
Y yo… blanco. ¿Cómo se decía tragar? ¿Y irritada? Le respondí con un “ehhh… me arde, como fuego”.
Él asintió y me dio unas pastillas.
Al final funcionaron, pero qué estrés intentar explicar síntomas sin saber todas las palabras.
¡Ahora tengo un glosario médico en mi celular por si acaso!
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